miércoles, 4 de septiembre de 2013

CAPITULO 1

-¡Buenos días, princesa!
               Iván se despierta sobresaltado por aquella voz que acaba de escuchar y siente como su torso al desnudo se estremece cuando una brisa matinal de aire caliente entra por el amplio ventanal iluminado por los rayos de un Sol ardiente.
               Da un brinco y se levanta de la cama y tarda unos segundos en darse cuenta de que esa no es ni su lecho ni su habitación, ni siquiera está solo. Rápidamente se lleva las manos a la cabeza, le duele.
               -¿Ha dormido bien la princesita? –Pregunta la misma voz otra vez a sus espaldas.
               El joven se gira y contempla a su amigo durante unos segundos. Llevaba puesto un bañador de Quicksilver y una toalla posada en uno de sus hombros.
               -Joder, ¿Cuánto he bebido ayer? –Pregunta Iván frotándose los pelos para intentar volverlos a dejar en su sitio después de dormir. No le gusta mucho despertarse despeinado Tardó varios años y unos cuántos cabreos con su madre para dejarlo como a él le gustaba, un “corte europeo”. Se lo había enseñado una vez un amigo y le encantó; consistía en un gran flequillo que llegaba a la altura de los ojos, bien peinado. Por atrás largo, hasta la altura de los hombros y de un color brillante siendo una mezcla entre el rubio y el castaño que incluso a veces la gente le preguntaba si era color natural o mechas. Lo tenía liso pero procuraba tenerlo siempre un tanto cardado, como lo tenían algunos de sus ídolos como Poison o Ratt. Se nota que lo tiene muy cuidado y que su pelo es algo muy preciado para él. 
               -¿No sabes cuánto has bebido? Creo que si no te acuerdas, significa que un poco de más –contesta Juanjo con una amplia sonrisa. Se acerca a Iván y le mira a los ojos, los tiene cansados, pero continúan oscuros y soñadores, como siempre.- Pero reconozco que ayer tenías motivos para beber si es verdad lo que dijiste…
               -Por supuesto que es verdad –contesta Iván poniendo rumbo al baño de la habitación. Allí se echa agua fría a la cara, lo que le ayuda a despejar su enturbiada mente.- En el momento en que vi a Mateo con otra, aun no había bebido ni una gota de alcohol.
               -¿Estás seguro de que era Mateo?
               -Joder, por supuesto. Además, no le hubiera dicho nada a Maite si no lo hubiese visto bien.
               -¿Se lo has dicho a Maite?
               -¿Y qué querías que hiciese? Ella merece saber la verdad. Merece saber que, aunque sea doloroso, su novio la está engañando… -Iván sale del baño y contempla en silencio a su amigo.- ¿Crees que he hecho bien diciéndole la verdad a Maite?
               -Has hecho lo correcto, tío. Ella te importa de verdad y tú siempre se lo demuestras. Maite merecía saber que su novio es un gilipollas.
               -Gracias, colega –Iván sonríe al escuchar las sinceras palabras de su amigo. Por supuesto que Maite le importa, daría su vida por ella si fuese necesario. La amaba y la quería desde hace años, aunque jamás hubiese tenido el valor de decírselo. Ya estaba harto de sufrir en silencio y por eso decidió que había llegado el momento de decirle todo lo que sentía siete meses atrás, pero justo ese día, Maite comenzó su relación con Mateo. Se alegró por ella, aunque esa noche no hiciese más que llorar como un bebé recién nacido. Sabía que Maite era muy feliz con su novio y por ello, decidió hacerse a un lado, continuando como gran amigo de ella. Pero ya no era capaz de estar junto a ella sin sufrir, cada vez que la veía besar a Mateo, sufría como si le acabasen de apuñalar en el corazón.- Por cierto, ¿Vas a bajar a la piscina?
               -Yes.
               -De acuerdo, espérame cinco minutos a que me cambie y bajamos juntos.
               -¿Cogidos de la manita como una parejita?
               -Juanjo, vete a las shit.
               Y con una carcajada soltada por Juanjo, Iván comienza a desnudarse para ponerse su bañador. Mientras termina de coger la toalla y sus gafas de Sol, le dedica una sonrisa a Juanjo que significa que ya ha terminado y que pueden poner rumbo a su destino.
               Mientras salen de la habitación 237, Iván no puede evitar pensar en todo lo que ha ocurrido desde el comienzo del viaje. Como excursión de final de curso, su colegio había organizado un viaje de seis días a Gandía, donde todos los alumnos de 4º disfrutaban del calor, alcohol y adolescencia celebrando el final de los exámenes y su final de etapa como alumnos de la ESO. Ya había pasado dos noches, la primera bastante tranquila. La segunda, la anterior, había sido bastante más agitada; Iván había descubierto que Mateo, el novio de su mejor amiga, la estaba engañando. Entonces, puso al corriente a la chica de la situación, pero como único agradecimiento que recibió, fue la afirmación de que las palabras del chico eran absoluta mentira. Aquello le había dolido mucho a Iván, que su mejor amiga de la que llevaba años enamorado le llamase mentiroso, le había afectado y esa noche, no pudo resistir más al dolor que desde hacía tiempo llevaba acumulando en su interior y decidió disminuirlo bebiendo como un loco.

               Entran en el ascensor y comienzan a bajar, rumbo a la piscina, sin saber que en lo que queda de viaje, la vida de Iván y todos sus amigos, darían un giro de 360º.

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